El cine documental argentino ya tiene su propia historia y por escrito. En la 16° Muestra DOCA que concluyó anoche se presentó el viernes por la tarde “Una historia del cine documental argentino”, editada por el investigador Javier Campo y publicada en dos tomos que recorren más de un siglo de producción audiovisual: desde 1896 hasta la actualidad.
En sus páginas participaron 85 autores de distintas provincias, sobre 320 documentales trabajados durante cuatro años. “El documental es lo que entendemos como el vínculo entre la imagen y lo real, lo que finalmente ha ocurrido”, le dice el investigador a LA GACETA instantes previos a la presentación del libro en el Centro Cultural Virla. “Es una trayectoria de discursos sobre lo real, pero nosotros ponemos el foco sobre las memorias sociales”, enfatiza Campo que, además, enseña en distintas universidades y preside
Directores como Max Glücksmann, Alcides Greca, Fernando Birri, Jorge Prelorán, Raymundo Gleyzer, Pino Solanas, Gerardo Vallejos y Carlos Echeverría son parte de esta investigación.
El primer tomo se extiende entre 1896 y la década del 90 del siglo pasado y el segundo, entre 1990 y 2024.
- Hay un documental que tiene dos siglos ya...
- Sí, el de 1896, que trataba de una bandera que ondeaba en Plaza de Mayo (realizado por Casa Lepage). Hay que aclarar que a pocos meses del trabajo de los hermanos Lumiére, la máquina ya estaba aquí y puede decirse que es el inicio del cine en el país. Después vinieron las revistas y la actualidad, en 1901 y 1902.
- Te llevo a los 60 y 70, a Gerardo Vallejo...
- Entre 1966 y 1971 hay una visión del país paradigmático, con una búsqueda etnográfica de investigación social. En ese período hay una confluencia del cine político, con Cine Liberación, Gettino (Octavio), Pino Solanas…Gettino y Solanas realizan la famosa entrevista a Perón en Guardia de Hierro, y en la cámara estaba Vallejo.
“Poesía abierta”: documental y homenaje- ¿Qué es el documental en tu opinión?
- Es una memoria social que, por lo tanto, es una construcción, que nos llevó años, son documentales que creí que necesitaban estar en un soporte escrito, se merecían. No importa el tipo de documental, son varios. Soy investigador de cine, no un realizador ni un crítico. Tenemos una pluralidad de visiones que incluyen, con documentales distintas búsquedas. Desde el video-activismo, cine piquetero, Ojo Obrero, Cine Insurgente, pero también el arte conceptual (Tucumán Arde).
- Hay distintas líneas de trabajo...
- Fijate que está Prelorán que hizo filmes científicos en la UNT, tiene un cine etnográfico con más de 50 trabajos. También hay casos del falso documental como “Zombies en el cañaveral” (Pablo Schembri) o una obra de Carlos Sorín como “La era del Ñandú”. Otra rama podrían ser los documentales seriados, como son los del caso Nisman, o el caso Cabezas, García Belsunce y recientemente Dalmasso. Por supuesto, pertenecen al estilo Netflix, de plataforma, en donde todo está preestablecido.
Carmen Cáceres: “El documental es una ficción”- Pero un documental no es necesariamente algo real...
- Sí, se puede ficcionalizar lo real, representar lo real. Pero, además, el documental trabaja con personas y las ficciones con personajes. Para hacer un documental hay que tener un rigor, una ética. No obstante, la subjetividad está en juego, igualmente, por lo que el documental, que es también una obra, tiene una edición, una interpretación.
-¿Cambios en el documental contemporáneo?
- Creo que estamos en un momento bisagra, donde no se produce mucho (la situación el Incaa). Pero hay una gran profusión de técnicas, formatos y recursos que están interviniendo en lo real.